14.4.09

LAS ZORRERÍAS

(C) Ilustración: Fernando Airaldo

Cuarta Jornada: El Candidato

(Se escucha una marcha cívica o patriótica. La multitud es traída, sostenida y organizada por la guardia del tigre. Antes de iniciarse esta escena se puede agregar una fiesta criolla con bailes, canciones y contrapuntos, agregando unos cuantos animales más de ambos sexos que luego actuaran de multitud o pueblo. La coreografía o juego queda en manos del director, al cual el autor puede entregar una serie de dichos y canciones populares para insertar en la escena.
Toda la algarabía termina con la llegada de los personajes que presidirán el acto. Se hará cargo de las maniobras necesarias la guardia del tigre)


Cata: ¡Ay! ¡Estoy tan emocionada! A usted, Don Cuervo, ¿no lo conmueve
este espectáculo tan democrático?

Cuervo: (Con voz lúgubre) Me llena de júbilo.

Lechuzón: Es conmovedor.

Cata: (Descubriendo a Feliciano Tenorio que sube a la tribuna en ese
instante)
¡Qué hombre tan culto!

Lechuzón: (Con un dejo de disgusto) Y tan saludable.

Cuervo: ¿Saludable? ¿Le parece?

Cata: (Inicia una ovación) ¡Tenorio! ¡Tenorio! ¡Viva el doctor Feliciano
Tenorio!

Tigre: (Hace señas a la guardia para que anime a la multitud)
¡Viva, viva el doctor! ¡Que hable, que hable!
(Ascienden al palco en que se hallan el Tigre y Tenorio, Doña Cata,
Don Lechuzón y Don Cuervo)

Doctor, el pueblo está deseoso de oírlo.

Tenorio: ¿Le parece?

Tigre: ¡Y de no...!

Cata: Es admirable el fervor cívico que usted despierta, doctor. ¡Viva el
doctor Feliciano Tenorio! Háganos oír una de sus brillantes
arengas, doctor...

Tenorio: Bueno, les diré algunas palabritas.

Tigre: Si usted me permite doctor, les daré yo el notición a los muchachos.

Tenorio: Usted es dueño.

Tigre: Meta…

Cata: (Cortándolo) ¡Ay, sí, va a ser hermoso! Antes, Don Tigre, voy a
pronunciar algunas palabras en nombre de las dignas damas de
esta villa y creo que también deberán hablar Don Cuervo y Don
Lechuzón, para que así quede como orador principal, dando cierre a
esta ilustre reunión, Don Feliciano Tenorio.
(Sin aguardar confirmación inicia su arenga)
Pongo mi corazón en la mano y os lo ofrezco... con el pecho
desbordante de caridad os digo...

Coco: Si se desborda habrá que salir nadando.

Cata: ¿Qué os digo? Que hoy es un día que ha de ser memorable. Estoy
tan emocionada que se me corta el aliento y siento deseos de llorar.

(Efectivamente sufre un ataque de nervios y se refugia en el pecho de Don Lechuzón. Este trata de calmarla -cada tanto lanza una pataleta histérica-)

Tigre: Estas no son cosas para mujeres.

Lechuzón: Bueno Doña Cata, cálmese usted.

Tigre: ¡Conciudadanos! Tendremos el alto honor de escuchar al más
grande orador de la palabra...

Cuervo: (Cree que se refiere a él) Muchas gracias Don Tigre.

Tigre: El muy ilustre doctor, Feliciano Tenorio.

Cuervo: (Mira indignado al Tigre y grita mientras baja del palco)
¡Traición! ¡Traición! (Tira un picotazo al Tigre)

Tigre: (Esquivando el picotazo) La gran put... (Ruge mientras tira un
manotón al sable)

Tenorio: Desensille Don Tigre.

Tigre: Este me las va a pagar.

(Mientras Don Feliciano y Don Tigre continúan el diálogo, Doña Cata y Don Lechuzón, que han seguido a Don Cuervo, discuten)

Lechuzón: Cálmese usted Don Cuervo.

Cata: Piense en la causa. No le demos motivos a la oposición.

Lechuzón: Espíritu de sacrificio, Don Cuervo.

Cuervo: A mi me corresponde hablar.

Cata: Hablará al final del acto.

Cuervo: ¿Al final? ¡Bah...!

(El Tigre indica a la guardia que arrime a la multitud)

Tigre: ¡Que hable el Doctor! ¡Vamos, que hable!

Multitud: ¡Tenorio, Tenorio! ¡Que hable...!

Tenorio: Gracias correligionarios... Pueblo fecundo de Villa Quejido...

Multitud: ¡Bravo! ¡Viva!

Tenorio: Nosotros, los conservistas en revuelta, traemos el mensaje llano,
claro y preciso, ausente de subterfugios, para disipar las tinieblas de
oscurantismo en que pretenden sumirnos esos falsos redentores
erigidos en mensajeros de luz, cuando en realidad son emisarios del
demonio.

Tigre: ¡Abajo! ¡Que los cuelguen!

Tenorio: Traigo el mensaje de mi partido, para la egregia inmanencia de
polifacéticos poderes que prevalecen en el espíritu de este proficuo
pueblo proteiforme.

Peludo: ¿Cómo dijo?
(Desconcierto en la audiencia)

Tenorio: Que nadie interprete mal mis palabras. No es la empanada, no, es la
empañada visión la que ha de subvertir la diamantina inmanencia
del alma nacional, mantenida en tan alto plafón de vuelo…

Tigre: ¡Pero muy bien! ¡Muy bien!

Multitud: ¡Tenorio! ¡Tenorio!

Tenorio: Pueblo que me escucháis, nosotros no estamos con el ocioso y
estéril ejercicio de la hueca retórica, sino con aquellos sólidos
pioneros que doblan la cerviz sobre el yugo y riegan con su sudor
los surcos de nuestro suelo. Sobre ellos nos apoyamos, como se
apoyan las siete marmóreas columnas sobre los lomos del titánico
Hércules. De pie sobre este basamento tenemos la certidumbre
de alcanzar el límpido zenit que nos está señalando desde el
pasado, la venerable y rancia estirpe de nuestros gloriosos
abuelos.

Tigre: ¡Bravo! ¡Eso es bueno!

Multitud: ¡Tenorio! ¡Tenorio!

Tenorio: Les prometo ocuparme del asunto, lleven la tranquilidad a sus
hogares...

Sapo: ¿Qué asunto?

Coco: Y, el asunto che amigo. Pregúntale al sargento.

Calixto: ¡Viva el doctor Feliciano Tenorio!

Cata: ¡Viva! Viva...
(El último sale destemplado, pues quedo sola)

Tenorio: (Le hace una elegante reverencia y continua)
El programa que proponemos en esta región boreal de nuestro
continente, contiene la decantada quinta esencia inmarcesible de
aquellos documentos que han de permanecer a través de los siglos,
como un legado hacia las generaciones del futuro. Por ello el
mañana nos pertenece y el presente es nuestro.

(En este momento entra Juancho y permanece entre la gente)

Tigre: ¡Está güeno! ¡Muy bien! ¡Arriba!

Multitud: ¡Feliciano sí, otro no! ¡Feliciano, primer ciudadano!

Tenorio: ¡Conciudadanos! Finalmente os digo: ¡Tened fe! Desde lo mas
profundo de mi corazón, con el más elevado desinterés, me acerco a
ustedes con palabras que brotan desde las mas insondables cavernas
luminosas de mi alma. Protegidos por las sombras, metidos en
procelosos rincones, nos asechan nuestros enemigos...

Tigre: ¡Lo estaba maliciando!

Tenorio: ...a quienes hemos de vencer gloriosamente. ¡Tengamos fe en
nuestros hombres y la victoria será decisiva!

Tigre: (Descubre a Juancho y se larga a perseguirlo) ¡Juancho! ¡Mi
guardia, al ataque! ¡No lo dejen escapar!

Tenorio: Él, que nos mira desde lo alto, ha de ser quien fulmine con su rayo
justiciero a quienes pretendan oponerse a nuestro merecido triunfo.
(La persecución que inicio el Tigre, enreda a la multitud, que pega
gritos espantados mientras el orador sigue en sus trece)

Esperamos de pie la llegada de esa luminosa aurora.
¡Conciudadanos! Dejaremos escrita la página más gloriosa de la
historia.

Tigre: ¡No te escaparás maula!

(Perseguido y perseguidores atropellan al orador haciéndolo entrar en el juego. En lo más espeso Juancho desaparece y deja el desconcierto y el bochorno. Don Tenorio, en el suelo, trata de recuperar su figura)

Cata: ¡Esto ha llegado al colmo! Mire a Don Tenorio. Ni siquiera a él han
respetado, con tan hermoso discurso.

Tenorio: Usted ha sido mi musa inspiradora.

Cata: ¡Oh…!

Cuervo: Ahora me toca a mí.

Tigre: (Que regresa enfurecido de la persecución)
¡Como para discursos estamos!

Cuervo: ¡Nada ni nadie puede impedir que yo exprese mis pensamientos!

Tigre: ¡El acto ha terminado!

Cuervo: ¡Es usted un déspota insolente!

Tigre: ¡Lo voy a meter en el calabozo! ¡Caray!

Cuervo: ¡Atrévase y me aliaré a su enemigo!

Tigre: ¡Ah, roña! ¡Estoy sospechando si no sos uno de sus cómplices!

Lehuzón: Tengamos compostura. Ya hemos hecho bastante papelón.

Cata: Debemos pensar en como rehacer nuestro prestigio frente al doctor
Feliciano Tenorio.

Tenorio: ¡Es la lucha, es la lucha! Algún día terminaremos con la barbarie.

Tigre: (A los rezagados) Y ustedes, ¿Qué esperan allí con la boca abierta?
A ver mi guardia, a revisar toda la selva, en algún rincón ha de estar
metido Juancho. No vuelvan si no me traen su cuerpo.

Cata: Pudo haber sido una jornada gloriosa de no ser por ese salvaje.

Cuervo: Yo no soy de esa opinión. Se me ha impedido el uso de la palabra y
eso lo considero muy grave. Pienso si Juancho no tendrá razón en
hacer lo que hace.

Cata y Lechuzón: ¡Don Cuervo!

Lechuzón: ¿Está usted en su sano juicio?

Cuervo: Lo estoy. Y les anticipo que voy a formar mi propio partido. ¡Ya
verán, ya verán! ¡Ya me van a oír!

Tigre: (Saca el sable) ¡A este me lo degüello!

Tenorio: ¡Guarde ese sable Don Tigre!

Tigre: Pero Doctor, esta gente es un peligro para la causa.

Cata: Pero Don Cuervo, no sea usted tan precipitado.

Lechuzón: Hay que darle una oportunidad para hablar.

Cuervo: ¡Ya me van a oír! (Sale seguido de Cata y Lechuzón)

Tigre: Usted se da cuenta, Doctor...

Tenorio: Una golondrina no hace verano, ni un cuervo nos va a hacer perder
las elecciones.

(Aparece Juancho cubierto con un amplio sombrero y un poncho raído, aparentando la figura de un paupérrimo campesino. Se acerca a Don Feliciano y lo abraza. El Tigre lo separa y se disculpa con el doctor)

Juancho: ¡Viva el doctor! ¡Viva el doctor!

Tigre: ¡Salga de ahí, impertinente! Perdónelo Doctor, está mamao.

Juancho: Me he mamao en su honor Doctor.

Tenorio: Muy bien amigo. Pero no olvide sus deberes cívicos.

(El Tigre y Feliciano Tenorio van saliendo. Juancho se descubre cuando estos se han alejado)

Juancho: ¡Jua, jua, jua! ¡Viva el Doctor!

Tigre: ¡Juancho! (Intenta correrlo pero atropella a Don Feliciano que
obstruye el paso y lo hace rodar)
¡Pero déjeme pasar hombre!

(Juancho ha vuelto a escapar)

Tenorio: (Muy serio) ¡Esto puede costarle el puesto!

Tigre: Pero Doctor... Piense que tengo una hija...

(Salen conversando)



Autor: Roberto Espina

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