28.4.09

::: ESPINA X ESPINA en La Chacarita

TEATRO LA CHACARITA Jacinto Ríos 1449

Sábados 02, 09, 16, 23 y 30 MAYO / 21:00 hs.

Máximo 30 espectadores por función.
Reservas telefónicas al 4231159.
Entrada libre y gratuita.


Ciclo de Teatro leído en donde Roberto Espina nos propone realizar un recorrido por algunas de sus obras relatadas con su propia voz y rescatar el anecdotario que las ronda.
Un espacio de encuentro entre el público y el artista, de diálogo, de convivencia y de poesía.

PROGRAMACIÓN DIA X DIA.

Sábado 02 MAYO / 21:00 hs.
El te se enfría

Sábado 09 MAYO / 21:00 hs.
Juan de, María de

Sábado 16 MAYO / 21:00 hs.
El sueño del juicio

Sábado 23 MAYO / 21:00 hs.
El ensayo o Quién le teme a Bogest

Sábado 30 MAYO / 21:00 hs.
La gran marcha hacia donde el diablo perdió el poncho

14.4.09

LA REPÚBLICA DEL CABALLO MUERTO - El Propietario


(c) Ilustración: Tomás Espina



EL PROPIETARIO


Personajes: A y B. (A está parado, o entra en escena feliz, y goza de los encantos del lugar. Llega B y, sorprendido de hallarse con A, le observa, lo huele, lo toca, y finalmente, lo increpa)

B: Usted, ¿qué hace parado en este lugar?
A: (Feliz) Y... estoy parado.
B. Usted no puede estar parado en este lugar.
A: (Feliz y extrañado) ¿Por qué?
B: Porque yo soy el dueño de este lugar.
A: Entonces, me voy a sentar (A se sienta, B lo mira).
B: Tampoco puede estar sentado.
A: Entonces me voy a acostar.
B: Tampoco puede estar acostado.
A: Entonces me pongo a caminar.
B: Tampoco puede caminar.
A: Entonces me pongo a correr.
B: Tampoco puede correr. En este lugar, usted no puede estar. Yo soy el dueño de este lugar.
A: Entonces me voy a otro lugar.
B: En ese lugar tampoco puede estar.
A: ¿Y en este?
B: Tampoco.
A: ¿Y en este?
B: ¡Tampoco! Usted no puede estar en ningún lugar. Todos los lugares son míos.
A: ¿Entonces me tengo que ir?
B: Se tiene que ir...
A: Entonces... adiós.
B: Adiós, señor.
A: Adiós... (no se mueve)
B: ¿Y?... ¿qué espera?, ¿se va o no se va?
A: ¡Ay!, es que me gusta tanto este lugar.
B: Pero usted se tiene que ir.
A: Me tengo que ir... ¡que pena!; este lugar suyo es tan hermoso.
B: ¿Le parece hermoso?
A: Si. ¡Lo felicito!, ¡es un hermoso lugar!
B: Pero usted se tiene que ir.
A: Me tengo que ir.
B: ¿Y qué espera para irse?
A: Y si yo no me fuera... ¿usted que me haría?
B: Yo lo mataría.
A: ¡Ay, me mataría!
B: Si... y con un puñal.
A: ¿Y dónde me lo va a clavar?
B: En la región abdominal.
A: ¡Ay que lindo!, me gustaría tanto morir en este lugar...
B: ¡Voy a buscar el puñal! (sale)
A: Yo amo este lugar.
B: (Vuelve con el puñal) ¡Aquí está el puñal!
A: ¿Me lo va a clavar?
B: Se lo voy a clavar...
A: ¡Ay!
B: ¡Lo maté!
A: Me mató; estoy completamente muerto.
B: (Deja el puñal y levanta a A, intenta llevárselo).
A: ¿Qué hace usted?, ¿dónde me lleva?
B: Lo llevo al cementerio.
A: ¿Porqué al cementerio?
B: Para meterlo en un pozo negro.
A: No, yo me quiero quedar en este lugar.
B: No señor, yo me lo llevo.
A: Entonces, no me muero.
B: Usted está, tiene que estar muerto.
A: ¡No y no!, yo no me muero. Yo me quiero quedar en este lugar.
B: No, yo me lo llevo (forcejean hasta que A logra zafarse y se pone a llorar
en un rincón). No llore usted que no puedo soportar las lágrimas.
A: ¡Desalmado!... ¡Hombre sin sentimientos!... ¡Cruel!... ¡Inhumano!... ¡Despiadado!... ¡Profanador!... (llora)
B: (Al escuchar a A, se conmueve y rompe a llorar. Lloran a coro) ¡Me ha conmovido!, ¡tiene usted razón!, he sido muy injusto con usted, ¡deme un abrazo!
A: (Rehusa perdonarlo, pero ante la insistencia de B, cede. Se abrazan)
B: No me guarde rencor. Perdone, reconozco que he sido cruel. Quiero lavar mis culpas... ¡Le regalo este lugar!
A: ¿Me lo regala?
B: Sí, es todo suyo.
A: ¿Me puedo parar en cualquier lado?
B: Puede pararse donde quiera.
A: (Se va parando en diversos lugares) ¿Aquí?
B: ¡Sí!
A: ¿Y aquí?
B: ¡Sí!
A: ¿Y aquí?
B: ¡También!, voy a buscar papel y lapicera para hacer las escrituras.
A: ¡Ay!, que en mi no quepo de felicidad.
¡Ay!, que en mi no quepo de tanta alegría.
¡Ay!, soy propietario de una propiedad.
B: (Sale a buscar lo dicho)
A: ¡Soy feliz!, ¡soy feliz porque tengo un bien raíz! (Baila y canta la canción del propietario)
B: (Vuelve con las escrituras) Tome, éste es el título de propiedad.
A: (Toma en silencio las escrituras y comienza a leerlas. B lo observa y luego se queda parado en un rincón. Se acerca a B en silencio.. y le dice) Usted, ¿qué hace parado en este lugar?.
B: Y... estoy parado.
A: Usted no puede estar parado en este lugar.
B: ¿Por qué?
A: Porque este lugar es mío...
B: Entonces, me voy a sentar.
A: Tampoco se puede sentar.
B: Entonces me voy a acostar.
A: Tampoco se puede acostar.
B: Entonces voy a caminar.
A: Tampoco puede caminar.
B: Entonces voy a correr.
A: Tampoco puede correr. En este lugar no puede estar, porque yo soy el dueño de este lugar.-

Autor: Roberto Espina

LA REPÚBLICA DEL CABALLO MUERTO - Ser o no ser

(C) Ilustración: Tomás Espina



SER O NO SER

Presentador: El diálogo se llama “Ser o no Ser”. Está “uno” de los habitantes de la República del Caballo Muerto compungido, triste, en un rincón. Llega el “otro” por detrás. Se le acerca...

Uno: ¿Vos sos?
Otro: ¿Eh?, ¿qué?... no, yo no soy.
Uno: Sí, sí que sos.
Otro: No, no... no soy.
Uno: ¡Sí que sos!, ¡no lo niegues!
Otro: Sí, ¡te lo niego!
Uno: Mh... ¡te descubrí!
Otro: ¿Qué?, ¿qué descubriste?
Uno: ¿Qué descubrí?
Otro: Sí, ¿qué descubriste?
Uno: ¡No te hagas el tonto!
Otro: No, no me gago el tonto.
Uno: Así que sos, ¿eh?
Otro: No, no soy, no soy... ¡no!...
Uno: ¡No grites!, si no sos, ¿por qué tenes miedo?, ¿eh?
Otro: No tengo miedo.
Uno: Ah, ¿no tenes miedo?
Otro: ¡No!
Uno: Confesas que no tenes miedo.
Otro: No, no tengo miedo.
Uno: Mh... ¿ves?
Otro: ¿Qué?
Uno: ¡Sos!
Otro: No, ¡no soy!
Uno: Sí, ¡te descubrí!.
Otro: No soy, no soy.
Uno: Vamos, confesa.
Otro: ¡No!, no soy, no soy, no soy... (llora)
Uno: Pero hombre, si yo también he sido un tiempo.
Otro: Vos... ¡fuiste!
Uno: Sí... ¿y quien no lo ha sido alguna vez?
Otro: ¡Vos fuiste!
Uno: Te digo que sí, pero ya no soy.
Otro: ¡Fuiste!
Uno: Pero ya no soy te digo.
Otro: ¡Fuiste!
Uno: ¡No grites!
Otro: Así que fuiste.
Uno: Y... sí...
Otro: ¿Sí?
Uno: ¿Y quien no ha sido alguna vez?
Otro: Ahhh...
Uno: Decime, te descubrí, ¿eh?
Otro: ¿Cómo?, ¿qué?
Uno: Vamos, conmigo no es necesario fingir, yo te comprendo.
Otro: ¡Así que fuiste!
Uno: Ya te lo he dicho.
Otro: ¿Y nunca lo confesaste?
Uno: Y... no.
Otro: ¿Por qué no lo confesaste?
Uno: Y... tenía.
Otro: ¡Miedo!
Uno: Mh, un poco.
Otro: ¡Traidor!
Uno: ¿Quién?
Otro: ¡Vos!
Uno: ¿Yo?
Otro: ¡Sí!
Uno: ¡No!
Otro: ¡Te denunciaré!
Uno: ¿A mi?
Otro: ¡A vos!, que fuiste, sos y serás.
Uno: No, yo fui. ¡Pero vos sos!; yo no soy ni seré.
Otro: ¡Te denunciaré!
Uno: ¡Ah!, ¿sí?
Otro: ¡Sí!
Uno: ¡Yo te denunciaré a vos que sos!; yo fui, pero vos sos.
Otro: Yo no soy.
Uno: Sí que sos.
Otro: Vos fuiste, sos y serás.
Uno: Yo fui... ¡fui!, pero ya no soy, no soy, no soy ni seré jamás.
Otro: ¡Vos fuiste, sos y serás!.
Uno: ¡Sssshhhh...!; silencio... alguien viene.
Otro: Ahhh... silencio...
Uno: Que no nos vean juntos... separémonos.
Otro: Sí... pero vos ¿no vas a decir nada?.
Uno: Y vos, ¿te vas a callar?
Otro: Nos callaremos.
Uno: Nos callaremos.
Otro: ¡Adiós!, no vas decir nada, ¿eh?
Uno: Nada... silencio...
Otro: ¿Nos habrán oído?
Uno: ¿Viste?, la culpa es tuya por haber gritado.
Otro: Vos gritaste primero, ¿oíste?
Uno: ¿Qué?
Otro: ¡Nos espían!
Uno: No tengas miedo, es el viento.
Otro: ¿El viento?... ¡ah!
Uno: Sí... ¡valor!...
Otro: ¡Valor!
Uno: ¿Habrá sido el viento?
Otro: Sí, separémonos.
Uno: Adiós...
Otro: Adiós...
Uno: ¿No vas a decir nada?
Otro: No... ¿y vos?
Uno: Yo tampoco.
Otro: Adiós...
Uno: Adiós...

TELÓN


Autor: Roberto Espina

GUANAHANI ¡AQUI LEGÓ COLÓN!


(C) Ilustración: Tomás Espina





ISABEL: Sí...canela.
Si...Sí...Canela Cristobita...
¿Qué la tierra, el planeta tierra, redondo?
¿Redondo?
Si redondo...,
Redondo y navega.
¿Quién él?...sí, el navega.
Navega en el mar océano, de los espacios infinitos.
Y… Que pasa Cristobita?
Qué también la pimienta?
Claro, la pimienta.
Vas a salir a buscar.
A buscar qué?
¿Canela?
Continentes.
Estás loco Cristobita,
América?
América no existe.
Indias
Las Indias?
Si, claro navegar hacia occidente en...hacia, con el sol.
Y otra vez Asia y la pimienta
Catay., cipango y el clavo de olor,
la nuez moscada, el jengibre
mirra, almizcle, incienso y sándalo.

Está bien Cristobita, descansa.
Estás influenciado por la fiebre. No razonas.
El olor de la canela, calenturas.
Calor tropical. Es el caribe
¿Fidel? ¿Qué Fidel?...
¡Estás demente!
No existen tales cosas.
No existen. Ni el maíz, ni la papa, ni el tomate.
No existe Potosí, ni el oro del Perú, ni los caudalosos ríos, cataratas y cascadas, que te cuentan los borrachos y las putas del burdel.
No hay un mundo nuevo, ¡entiende!
Lo único que hay es este podrido, viejo mundo, sifilítico. Sin destino ni porvenir.
No te lances al mar,
te han engañado.
No existe, ni nunca han existido mundos nuevos.
Quédate tranquilo.
Si quieres navegar,
navega por aquí, por lo conocido,
es lo único real y existente.
Todo lo demás son puros delirios,
Temibles peligroso.
No te dejes tentar.
¿Que te vas?
Que zarpas.
Que te lanzas al mar, a navegar,
navegar fantasías,
¡detrás de tus fantasmas!
¿De qué escapas Cristobita?
Cristóbal de que escapas, dolido, doliente mortal.
Te van a comer los Tritones, medusas, los monstruos del mar
Cristobita.
¿Mundo nuevo?
Nuevo Mundo.
¿Qué estás delirando, de dónde has sacado esas leyendas?
¡Demasiada lectura!
¿Las malas juntas!
¿En qué amistades andas?
Con borrachos, bucaneros, pecadores, traficantes de burdeles
¿Qué enfermedad te han contagiado?
Para que cultives esas ideas tan desatinadas.
¿Cristobita...un mundo nuevo?
Te van a encerrar, meter en calabozo con chaleco de fuerza!
¿No existen, entiende!
¿Que la Canela?
Otra vez la canela...
Que no puedes prescindir de ella.
Como no se va a poder vivir sin la canela, el anís, la pimienta, la
albahaca, el toronjil y todo lo demás.
Si nunca han existido
¡Olvídalo! Olvida todo lo que está en tu fantasía.
¿Ruego que no se entere tu padre!
¡Ay! Si tu padre supiera
En que piensas, como piensas.

(Vuelve todo a ser penumbras, se acentúa el fondo musical. Se inicia lo que llamo una sinopsis compuesta o armada con situaciones o fragmentos lo que ha de ser o venir luego)
(Se cree que amanece, una fina luz rosada, densa, ingresa por el único pequeño ventanal con barrotes, rejas.
Gradualmente coloca el espacio escénico en el que los pocos elementos que lo ocupan van cobrando relieve.
Cristóbal está en la cama, debe vestir esos largos camisones en que se embolsa a los pacientes; de una tela rústica, cruda. Se escucha como nutridas voces de pájaros, que asemejan a la vez instrumentos musicales, imitando, recreando el despertar de la naturaleza.
Cuando la luz es tenue o apenas insinuada, se escuchan las voces de Cristóbal e Isabel que dicen:)

CRISTÓBAL: ¿Qué es ese resplandor, Isabel?

ISABEL: Es el resplandor de la hoguera, en que arde Giordano Bruno.

CRISTÓBAL: Está amaneciendo.

ISABEL: Es la luz que desprende la hoguera del campo di Fiori.

CRISTÓBAL: Es la aurora ¿No oyes el canto de los pájaros?

ISABEL: ¡Estúpido! Te empeñas, te empecinas, en ver lo que no es. Es el crujir de los maderos que arden. ¿No hueles la carne chamuscada de
Giordano?
¿Amanecer?... (Sarcástica)
¡Noche, noche cerrada!
Una noche que se me hace eterna Cristóbal.

(Cristóbal se revuelve en la cama. A Isabel no se la ha visto todavía. Luego de una leve pausa de sombras a de ir siendo ella, Isabel, una sombra en la pantalla.)

CRISTÓBAL: (Delirando en su lecho de enfermo)
Es un archipiélago de islas, allí viven, en esa bahía, en que el mar es un espejo transparente, andan desnudos, el clima...
hoy tengo audiencia con su Majestad la reina Isabel...
¿Oyes las chirimías?
Ella me recibirá.
Vísteme madre, vísteme de almirante. Hoy es el gran día.
Ella se llama Isabel, como tú.

ISABEL: Vas a enloquecer a la Reina, intentando hacerle creer en tus delirios. Pobre mujer, no sabe con quién se mete.
Tu padre está muy enojado contigo.

CRISTÓBAL: ¿Por qué está enojado conmigo?

ISABEL: ¿No te acuerdas de lo que has hecho?

CRISTÓBAL: No... ¿Qué es lo que hice?

ISABEL: Rompiste las sábanas, para hacer las velas de tus navíos.

CRISTÓBAL: ¿Y por eso está enojado?

ISABEL: ¿Te parece poco?

(Apagón repentino, ruidos de clínica quirúrgica, grito, luz violenta)

CRISTÓBAL: ¿Dónde están?
¿A dónde los llevaron?

(Entra Isabel)

ISABEL: Están bien guardados.

CRISTÓBAL: ¿Por qué me los quitaron?

ISABEL: Cuando recuperes tu sano juicio te serán devueltos.

CRISTÓBAL: (sentado en la cama) ¿Y con qué voy a llorar ahora?

ISABEL: ¿Por qué quieres llorar?

CRISTÓBAL: Porque me hace bien.

ISABEL: ¿Qué tienes debajo de la almohada?
(Saca algo y se irrita y asombra)
¡Canela! Si, es canela.
¿Cómo la has conseguido?
¿Cómo vino a parar aquí?
Viajas de noche; cuando todos duermen, tú te escapas, navegas.
¡Incurable!
¡Trajo canela doctor!
Así le diré al Dr. Fernando.
Te aprovechas de las sombras.

CRISTÓBAL: La sombra es un estado de la luz.
¿Quién dijo eso?

ISABEL: ¡Algún loco como tú! ¿De dónde sacas los materiales para construir tus delirios?
Las tablas del piso las hizo mástiles, jarcias. Las sábanas, velas.
Y esos vientos!... De dónde traes esos vientos.
Tu locura te salva Cristóbal, aférrate a ella.
¡Debes pasar por demente, sabes...!
Hacer de la demencia tu navío, si dejas de navegar, te pierdes. ¡Lo sabes!
Apréndetelo, convéncete.
Tu locura te salva Cristóbal, cual milagroso eclipse de los sentidos.
Eclipse del satélite terrestre, la luna es tu aliada
¡Zarpa! Suelta amarras. Leva anclas ¡Hombre!



Autor: Roberto Espina

(Fragmento de Guanahani ¡Aquí llegó Colón!)

LAS ZORRERÍAS

(C) Ilustración: Fernando Airaldo

Cuarta Jornada: El Candidato

(Se escucha una marcha cívica o patriótica. La multitud es traída, sostenida y organizada por la guardia del tigre. Antes de iniciarse esta escena se puede agregar una fiesta criolla con bailes, canciones y contrapuntos, agregando unos cuantos animales más de ambos sexos que luego actuaran de multitud o pueblo. La coreografía o juego queda en manos del director, al cual el autor puede entregar una serie de dichos y canciones populares para insertar en la escena.
Toda la algarabía termina con la llegada de los personajes que presidirán el acto. Se hará cargo de las maniobras necesarias la guardia del tigre)


Cata: ¡Ay! ¡Estoy tan emocionada! A usted, Don Cuervo, ¿no lo conmueve
este espectáculo tan democrático?

Cuervo: (Con voz lúgubre) Me llena de júbilo.

Lechuzón: Es conmovedor.

Cata: (Descubriendo a Feliciano Tenorio que sube a la tribuna en ese
instante)
¡Qué hombre tan culto!

Lechuzón: (Con un dejo de disgusto) Y tan saludable.

Cuervo: ¿Saludable? ¿Le parece?

Cata: (Inicia una ovación) ¡Tenorio! ¡Tenorio! ¡Viva el doctor Feliciano
Tenorio!

Tigre: (Hace señas a la guardia para que anime a la multitud)
¡Viva, viva el doctor! ¡Que hable, que hable!
(Ascienden al palco en que se hallan el Tigre y Tenorio, Doña Cata,
Don Lechuzón y Don Cuervo)

Doctor, el pueblo está deseoso de oírlo.

Tenorio: ¿Le parece?

Tigre: ¡Y de no...!

Cata: Es admirable el fervor cívico que usted despierta, doctor. ¡Viva el
doctor Feliciano Tenorio! Háganos oír una de sus brillantes
arengas, doctor...

Tenorio: Bueno, les diré algunas palabritas.

Tigre: Si usted me permite doctor, les daré yo el notición a los muchachos.

Tenorio: Usted es dueño.

Tigre: Meta…

Cata: (Cortándolo) ¡Ay, sí, va a ser hermoso! Antes, Don Tigre, voy a
pronunciar algunas palabras en nombre de las dignas damas de
esta villa y creo que también deberán hablar Don Cuervo y Don
Lechuzón, para que así quede como orador principal, dando cierre a
esta ilustre reunión, Don Feliciano Tenorio.
(Sin aguardar confirmación inicia su arenga)
Pongo mi corazón en la mano y os lo ofrezco... con el pecho
desbordante de caridad os digo...

Coco: Si se desborda habrá que salir nadando.

Cata: ¿Qué os digo? Que hoy es un día que ha de ser memorable. Estoy
tan emocionada que se me corta el aliento y siento deseos de llorar.

(Efectivamente sufre un ataque de nervios y se refugia en el pecho de Don Lechuzón. Este trata de calmarla -cada tanto lanza una pataleta histérica-)

Tigre: Estas no son cosas para mujeres.

Lechuzón: Bueno Doña Cata, cálmese usted.

Tigre: ¡Conciudadanos! Tendremos el alto honor de escuchar al más
grande orador de la palabra...

Cuervo: (Cree que se refiere a él) Muchas gracias Don Tigre.

Tigre: El muy ilustre doctor, Feliciano Tenorio.

Cuervo: (Mira indignado al Tigre y grita mientras baja del palco)
¡Traición! ¡Traición! (Tira un picotazo al Tigre)

Tigre: (Esquivando el picotazo) La gran put... (Ruge mientras tira un
manotón al sable)

Tenorio: Desensille Don Tigre.

Tigre: Este me las va a pagar.

(Mientras Don Feliciano y Don Tigre continúan el diálogo, Doña Cata y Don Lechuzón, que han seguido a Don Cuervo, discuten)

Lechuzón: Cálmese usted Don Cuervo.

Cata: Piense en la causa. No le demos motivos a la oposición.

Lechuzón: Espíritu de sacrificio, Don Cuervo.

Cuervo: A mi me corresponde hablar.

Cata: Hablará al final del acto.

Cuervo: ¿Al final? ¡Bah...!

(El Tigre indica a la guardia que arrime a la multitud)

Tigre: ¡Que hable el Doctor! ¡Vamos, que hable!

Multitud: ¡Tenorio, Tenorio! ¡Que hable...!

Tenorio: Gracias correligionarios... Pueblo fecundo de Villa Quejido...

Multitud: ¡Bravo! ¡Viva!

Tenorio: Nosotros, los conservistas en revuelta, traemos el mensaje llano,
claro y preciso, ausente de subterfugios, para disipar las tinieblas de
oscurantismo en que pretenden sumirnos esos falsos redentores
erigidos en mensajeros de luz, cuando en realidad son emisarios del
demonio.

Tigre: ¡Abajo! ¡Que los cuelguen!

Tenorio: Traigo el mensaje de mi partido, para la egregia inmanencia de
polifacéticos poderes que prevalecen en el espíritu de este proficuo
pueblo proteiforme.

Peludo: ¿Cómo dijo?
(Desconcierto en la audiencia)

Tenorio: Que nadie interprete mal mis palabras. No es la empanada, no, es la
empañada visión la que ha de subvertir la diamantina inmanencia
del alma nacional, mantenida en tan alto plafón de vuelo…

Tigre: ¡Pero muy bien! ¡Muy bien!

Multitud: ¡Tenorio! ¡Tenorio!

Tenorio: Pueblo que me escucháis, nosotros no estamos con el ocioso y
estéril ejercicio de la hueca retórica, sino con aquellos sólidos
pioneros que doblan la cerviz sobre el yugo y riegan con su sudor
los surcos de nuestro suelo. Sobre ellos nos apoyamos, como se
apoyan las siete marmóreas columnas sobre los lomos del titánico
Hércules. De pie sobre este basamento tenemos la certidumbre
de alcanzar el límpido zenit que nos está señalando desde el
pasado, la venerable y rancia estirpe de nuestros gloriosos
abuelos.

Tigre: ¡Bravo! ¡Eso es bueno!

Multitud: ¡Tenorio! ¡Tenorio!

Tenorio: Les prometo ocuparme del asunto, lleven la tranquilidad a sus
hogares...

Sapo: ¿Qué asunto?

Coco: Y, el asunto che amigo. Pregúntale al sargento.

Calixto: ¡Viva el doctor Feliciano Tenorio!

Cata: ¡Viva! Viva...
(El último sale destemplado, pues quedo sola)

Tenorio: (Le hace una elegante reverencia y continua)
El programa que proponemos en esta región boreal de nuestro
continente, contiene la decantada quinta esencia inmarcesible de
aquellos documentos que han de permanecer a través de los siglos,
como un legado hacia las generaciones del futuro. Por ello el
mañana nos pertenece y el presente es nuestro.

(En este momento entra Juancho y permanece entre la gente)

Tigre: ¡Está güeno! ¡Muy bien! ¡Arriba!

Multitud: ¡Feliciano sí, otro no! ¡Feliciano, primer ciudadano!

Tenorio: ¡Conciudadanos! Finalmente os digo: ¡Tened fe! Desde lo mas
profundo de mi corazón, con el más elevado desinterés, me acerco a
ustedes con palabras que brotan desde las mas insondables cavernas
luminosas de mi alma. Protegidos por las sombras, metidos en
procelosos rincones, nos asechan nuestros enemigos...

Tigre: ¡Lo estaba maliciando!

Tenorio: ...a quienes hemos de vencer gloriosamente. ¡Tengamos fe en
nuestros hombres y la victoria será decisiva!

Tigre: (Descubre a Juancho y se larga a perseguirlo) ¡Juancho! ¡Mi
guardia, al ataque! ¡No lo dejen escapar!

Tenorio: Él, que nos mira desde lo alto, ha de ser quien fulmine con su rayo
justiciero a quienes pretendan oponerse a nuestro merecido triunfo.
(La persecución que inicio el Tigre, enreda a la multitud, que pega
gritos espantados mientras el orador sigue en sus trece)

Esperamos de pie la llegada de esa luminosa aurora.
¡Conciudadanos! Dejaremos escrita la página más gloriosa de la
historia.

Tigre: ¡No te escaparás maula!

(Perseguido y perseguidores atropellan al orador haciéndolo entrar en el juego. En lo más espeso Juancho desaparece y deja el desconcierto y el bochorno. Don Tenorio, en el suelo, trata de recuperar su figura)

Cata: ¡Esto ha llegado al colmo! Mire a Don Tenorio. Ni siquiera a él han
respetado, con tan hermoso discurso.

Tenorio: Usted ha sido mi musa inspiradora.

Cata: ¡Oh…!

Cuervo: Ahora me toca a mí.

Tigre: (Que regresa enfurecido de la persecución)
¡Como para discursos estamos!

Cuervo: ¡Nada ni nadie puede impedir que yo exprese mis pensamientos!

Tigre: ¡El acto ha terminado!

Cuervo: ¡Es usted un déspota insolente!

Tigre: ¡Lo voy a meter en el calabozo! ¡Caray!

Cuervo: ¡Atrévase y me aliaré a su enemigo!

Tigre: ¡Ah, roña! ¡Estoy sospechando si no sos uno de sus cómplices!

Lehuzón: Tengamos compostura. Ya hemos hecho bastante papelón.

Cata: Debemos pensar en como rehacer nuestro prestigio frente al doctor
Feliciano Tenorio.

Tenorio: ¡Es la lucha, es la lucha! Algún día terminaremos con la barbarie.

Tigre: (A los rezagados) Y ustedes, ¿Qué esperan allí con la boca abierta?
A ver mi guardia, a revisar toda la selva, en algún rincón ha de estar
metido Juancho. No vuelvan si no me traen su cuerpo.

Cata: Pudo haber sido una jornada gloriosa de no ser por ese salvaje.

Cuervo: Yo no soy de esa opinión. Se me ha impedido el uso de la palabra y
eso lo considero muy grave. Pienso si Juancho no tendrá razón en
hacer lo que hace.

Cata y Lechuzón: ¡Don Cuervo!

Lechuzón: ¿Está usted en su sano juicio?

Cuervo: Lo estoy. Y les anticipo que voy a formar mi propio partido. ¡Ya
verán, ya verán! ¡Ya me van a oír!

Tigre: (Saca el sable) ¡A este me lo degüello!

Tenorio: ¡Guarde ese sable Don Tigre!

Tigre: Pero Doctor, esta gente es un peligro para la causa.

Cata: Pero Don Cuervo, no sea usted tan precipitado.

Lechuzón: Hay que darle una oportunidad para hablar.

Cuervo: ¡Ya me van a oír! (Sale seguido de Cata y Lechuzón)

Tigre: Usted se da cuenta, Doctor...

Tenorio: Una golondrina no hace verano, ni un cuervo nos va a hacer perder
las elecciones.

(Aparece Juancho cubierto con un amplio sombrero y un poncho raído, aparentando la figura de un paupérrimo campesino. Se acerca a Don Feliciano y lo abraza. El Tigre lo separa y se disculpa con el doctor)

Juancho: ¡Viva el doctor! ¡Viva el doctor!

Tigre: ¡Salga de ahí, impertinente! Perdónelo Doctor, está mamao.

Juancho: Me he mamao en su honor Doctor.

Tenorio: Muy bien amigo. Pero no olvide sus deberes cívicos.

(El Tigre y Feliciano Tenorio van saliendo. Juancho se descubre cuando estos se han alejado)

Juancho: ¡Jua, jua, jua! ¡Viva el Doctor!

Tigre: ¡Juancho! (Intenta correrlo pero atropella a Don Feliciano que
obstruye el paso y lo hace rodar)
¡Pero déjeme pasar hombre!

(Juancho ha vuelto a escapar)

Tenorio: (Muy serio) ¡Esto puede costarle el puesto!

Tigre: Pero Doctor... Piense que tengo una hija...

(Salen conversando)



Autor: Roberto Espina

LA CARPA DE TRUFALDINO


(C) Ilustración: Roberto Espina

EL SACAMUELAS
DON OSO

CUENTO MIMADO

Personajes:

Trufaldino
(Relata y mima)

Don Oso
Don Gallo


Trufaldino: (Entra con un pañuelo atada alrededor de la cara. Demuestra tener dolor de muelas)

¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!

(Baja un cartel en el que se lee “Don Oso, Sacamuelas”)

Este cartel me recuerda una historia pintoresca,
ocurrida entre un gallo fino, y Don Oso Sacamuelas.
El Sacamuelas Don Oso, era un dentista muy famoso,
que por su puesto tenía muy selecta clientela.
Un oso gordo y tranquilo, un oso de gran paciencia.

(Mima al oso)

Un día que no recuerdo,
llegó hasta su consultorio
un gallo réquete emplumado,
Animal adinerado, elegante, distinguido
De altisonoro apellido.

(Mima al gallo)

Este gallo se quejaba, quería ser atendido
¡Co-co-co-co-co! ¡Ay! Desde hace varios días
que no como, co-co-co,
que no duermo, co-co-co-co.
Sufro y sufro sin remedio,
por culpa, qui-qui-ri-qui,
de una malvada, despiadada muela.

El dentista, al escucharlo,
no salía de su asombro.

(Mima al oso)

¿Cómo es posible, recorchos,
que los gallos tengan muelas?
Y para colmo y recolmo,
que se quejen que les duelan.
¡Este gallo es un fenómeno!
Veamos qué cosa es ésta.

Así fue como Don Oso comenzó a examinarlo.


(Mima al oso en la acción de examinar)

No, no, no, no.
No es posible, señor gallo, con respeto se lo digo,
si usted anda dolorido, no es culpa de una muela.
Ha de ser otro el origen del dolor que a usted le aflige.

(Mima al gallo)

Señor, co-co-co-co. Usted me está faltando el respeto.
Negándome que yo pueda tener dolor de muelas.
Se olvida de mi apellido. ¿No conoce mis influencias?
Mi abuelo fue general, mariscala mi abuela.
Mi tío interventor, y mi padre es actualmente
persona muy benemérita.

Don Oso se preocupaba
por situación tan tremenda.
Tener que atender a un ave
que pretende tener muelas.
Tratando de persuadirlo
le habla de esta manera:

(Mima al oso)


Es que... usted sabe... Don Gallo... las aves...
con respeto se lo digo, las aves no tienen muelas.

(Mima al gallo)

¡Cómo! ¡Co-co-co-co! Esto es ya el colmo.
¡El colmo de la insolencia!
Me quejaré al Ministerio
de las aves que no vuelan.
Usted está insultando, a través de mi persona,
a toda mi parentela.

(Mima al oso)

Bueno, bueno, no se ofenda.

Y Don Oso Sacamuelas, sin perder su calma,
armado de gran paciencia...

Bien... Bien... Yo volveré a revisar, volveré a ver.
Es posible que tal vez, sin yo verlas,
usted las tenga, y yo, torpe, no las vea.

Ante tan horrible situación,
adivinen lo que ocurrió.
Don Oso, que además de sacamuelas,
era gordo e ingenioso, ideó la siguiente treta.
Tomó una muela muy vieja,
que a un hipopótamo perteneciera,
y de la siguiente manera, fingió extraérsela.
Primero con una enorme jeringa,
le aplicó una inyección, para evitar el dolor.

(Mima al oso)


Y al punto, con una gran tenaza,
representó la comedia
de la extracción de la muela.

(Mima al oso)

El pobre Don Gallo sufría de esta manera.

(Mima al gallo)

Finalmente feliz, aunque algo dolorido,
después de haber pagado una gruesa suma de dinero,
se fue llevando el molar que el sacamuelas,
Don Oso, dijo haberle extraído.
Por supuesto que se lo llevó consigo,
para poder lucirse,
mostrándolo a sus amigos.

(Mima al gallo. Trufaldino sale)


Autor: Roberto Espina

LA CARPA DE TRUFALDINO



(C) Ilustración: Roberto Espina






PEPE EL MARINERO (fragmento)



(Llega Trufaldino, cantando. Se encienden las luces. Se escucha el grito prolongado del titiritero que llega)

Trufaldino:
¡Titiritero! ¡Titiritero!
Esta es la carpa de Trufaldino,
el andariego caminador.
Titiritero, Titiritón.
Vengo de lejos por los caminos.
Soy Trufaldino, caminador.
Titiritero, Titiritón.
Recorro el mundo con mis muñecos,
para alegrarles el corazón.
Titiritero, Titiritín

Estoy de paso y ando feliz.
Titiritero, Titiritón.
Y ya comienza la diversión.
Y ya comienza la diversión.
Titiritero, Titiritón.
Titiritón, Titiritón.
Soy Trufaldino, caminador.

(Al finalizar el canto, Trufaldino deja su carrito al fondo del escenario y mientras va extrayendo de él elementos de utilería o escenografía -que distribuye, cuelga o dispone- llama a personajes o muñecos que han de jugar la pieza)

Trufaldino: ¡Pepe!, ¡Marina!, ¡Pata de Roble!, ¡Ojo Torcido!

(Luego se dirige al público)

Respetabilísimo público. Vengo de lejos por los caminos. Soy Trufaldino, caminador. ¿No han visto pasar por aquí al viento? Lo ando buscando, para darle una trompada. El otro día me tomó de sorpresa por la espalda y me dio tal empujón que quedé con el pescuezo torcido. ¿Saben ustedes todo lo que les traigo en ese maravilloso carro?... ¡Que lo van a saber! ¡No pueden ni imaginarlo!

(Se va hacia el carro, y en el orden que se describe, va sacando los elementos de la primera obra)

Este barquito. Este extraordinario barco es de Pepe el Marinero, que pronto llegará hasta aquí navegando.

(Deja el barquito al costado izquierdo del escenario)

¿A ustedes les ha ocurrido que, al romper un tierno pan, salió volando una clara e impalpable mariposa de harina, o al cortar en dos mitades una naranja madura, encontrarse con una jugosísima rueda de dorados rayos transparentes? Entonces, no habrá ninguna dificultad para imaginarnos el misterioso paso de la luz de agridulce sabor con unas gotitas de sol y algunas cucharadas de luna.

Porque es necesario que sepan que esta obra comienza de día, pero luego llegará la noche...
Rum, rum, rum. Aquí delante protesta sin cesar el viejo mar. Estamos en un puerto, que no debo decir cómo se llama.

Abran bien los ojitos, para poder ver a Pepe el marinero que ya llega navegando en su barca de papel.
Por allá, a lo lejos, diviso el humo negro de su frágil navío...



Autor: Roberto Espina

ALOCADA AVARICIA

(C) Ilustración: Tomás Espina

AVARO:
¡Oh! Es... una ilusión... un sueño, una alucinación lo que estoy viendo. Aquí, frente a mí de nuevo. ¿Cómo has vuelto? Sería demasiado cruel que no fueras más que un espejismo. Un sueño que se desvanecerá al intentar tomarlo. Tengo miedo, miedo de tocarte, de acercar mis manos que te desean y de pronto no seas cierto. Te toco, no te toco. ¿Debo o no debo acariciarte cofrecito, abrazarte contra mi pecho?

(Con temor y cautela se acerca al cofre y finalmente lo toca y llenándose de júbilo se abraza a él a medida que se vuelve certeza real su materia.)


¡Oh! cofrecito, cofrecito, ¡Ay! me devuelves la vida, vuelve la sangre a mi cuerpo, respiro mucho mejor, te guardaré bajo tierra donde nadie te descubra, te esconderé donde nadie imaginárselo pueda. Cofrecito, cofrecito. Tu y yo solitos.

(Surge entre gritos y risotadas Satanás.)

DIABLO:
¿A dónde vas gusanito?

AVARO:
¿Qué pasa? ¿Qué es lo que deseas?

DIABLO:
La mitad de tu fortuna, esa ha sido la condena.

AVARO:
No diablito querido, no, mi oro no,
no puedes quitarme mi oro.

DIABLO:
¿A qué llamas oro tuyo? ¿No quieres pagar tu deuda? ¿Quieres que me enfurezca?

AVARO:
No, no puedo separarme de lo que me da la vida y razón de mi existencia.

DIABLO:
Ya se agota mi paciencia
has firmado tu sentencia
ahora me llevo todo
a ti junto con tu oro
a mis oscuras cavernas.

AVARO:
¿Junto con mi oro?
AI infierno pero con mi oro
eso si, al infierno los dos juntitos
con mi oro, si, al infierno,
pero con mi oro
los dos juntitos en el infierno
uno y otro para siempre en el infierno ...

(Tremenda carcajada de Lucifer llevándose a ambos elementos al infierno.)

DIABLO:
¡]a, ja, ja, ja! los meteré en un caldero
a cocinarlos a fuego lento
hasta volverlos sustancia destilada
esencia de la avaricia
que luego haré beber
a mis futuras víctimas.

(Salen el Demonio y lo que con él se !leva y surgen en escena los enamorados traídos por la muerte.)


LA MUERTE:
No se inquieten
no pierdan la paciencia
yo soy aquella que a todos espera
la de la cita postrera
ellos de su pasado no podrán recordar nada
acaban de ser nacidos
es ley que caiga el olvido
sobre las cosas pasadas
para que puedan amarse
sin estorbos ni fantasmas.

LUCÍA:
Hace mucho, mucho tiempo
yo recuerdo haberte visto.

ANSELMO:
Tu belleza se me hace
también algo conocido.

LUCÍA:
Es posible que en algún sueño
algún sueño que he tenido
estuvo un ser como tú
haciendo que yo soñara
esto que ahora yo vivo.

ANSELMO:
Todo resulta tan nuevo
y a la vez tan conocido
desde siempre se me ocurre
te recuerden mis sentidos.
LA MUERTE:
Ellos han regresado
a vivir una vida nueva
pues
cada vez que un avaro se condena
el amor renace
y la vida se renueva.

Ustedes no se impacienten
yo soy aquella que a todos espera
cuídense de la avaricia
vieron cómo a los avaros
el demonio se los lleva
si quieren ir al infierno
ya saben como se llega
acumulando fortuna que es disfrazada pobreza
aquí termina esta historia
les dejo la moraleja
la avaricia a los mortales
al infierno se los lleva.

Autor: Roberto Espina